Últimamente el tema de la neurociencia me tiene fascinada, está de moda y no me extraña porque es apasionante. La vida de nuestro cerebro, como construye y como se crea, y lo mejor, como somos capaces de re-crearnos gracias a la maravillosa neuroplasticidad de la que son capaces nuestras neuronas. Esto quiere decir que tenemos la capacidad de revisar y re-crear todo lo que pensamos que es "dogma y verdad". ¡Somos capaces de actualizarnos a nosotros mismos!
Este navegar por los paisajes de mi cerebro empezó cuando, como parte de mi formación como profesora de Open Floor, cae en mis manos el libro "Un teoría general del amor" de T. Lewis, F. Amini y R. Lannon y si tengo que resumir este maravilloso libro lo haría con esta pregunta que procede del propio libro ¿Que puede decirnos la estructura y el diseño del cerebro sobre la naturaleza del amor?
Y voy al tema que quiero compartir. He titulado mi próximo taller de Open Floor "Madurez" y para mi sorpresa veo que las sinapsis de muchas personas en relación a esta palabra no son para nada gratas, valiosas o placenteras. Veo que es una palabra que nombra un lugar al que nos resistimos a entrar -como si eso fuera posible- Me gustaría hacer uso de nuestra neuroplasticidad para ampliar la red neuronal de esta palabra, para asociarla a algo más que aburrimiento, decadencia, seriedad...Madurar es también hacernos libres de eso que tuvimos que coger en el camino para "sobrevivir", para defendernos. Para mi madurar tiene mucho que ver con libertad, con espacio interno en el que habitar, con creación y con frutos. No conozco ningún árbol que de un fruto dulce y sabroso sin antes haber dejado que madure y llegue a su plenitud. Desde esto quizá podamos asociar fácilmente madurez a plenitud y podamos asociar plenitud a expansión, a realización y también diría que a disfrute. Maduramos proyectos, maduramos relaciones, maduramos ...
Quizá una de las asociaciones de palabras que nos hacen sentir la madurez como algo aburrido, especialmente para esta sociedad en la que vivimos, sea la palabra "espera" porque indudablemente para madurar algo hay que darle tiempo y de eso no hay mucho últimamente por aquí.
Reflexionando sobre esto me gustaría despedirme con la idea de que lo que hace de la maduración un valor incalculable es la calidad del tiempo que hemos empleado para lograrla.